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Alma Delia Murillo

22/03/2014 - 12:02 am

Asfalto

La playa me escupe, me irrita, me abruma, me espesa la sangre. La montaña se ve muy lejana. Y no seré yo quien la persiga, para ser héroe me falta el acento y para ser heroína me sobran las dudas, las inseguridades. El bosque me duele en los huesos y yo quiero andar lejos, andar […]

Alberto Alcocer/ @beco / b3co.com
Alberto Alcocer/ @beco / b3co.com

La playa me escupe, me irrita, me abruma, me espesa la sangre.

La montaña se ve muy lejana. Y no seré yo quien la persiga, para ser héroe me falta el acento y para ser heroína me sobran las dudas, las inseguridades.

El bosque me duele en los huesos y yo quiero andar lejos, andar hasta siempre y hasta allá, andar conmigo a bordo de este cuerpo mientras me aguante.

Mi espíritu es del asfalto. Mi voz. Mi raíz más honda, la más hermosa y la más terrible, la más fecunda, la más miserable.

Mis historias están hechas de asfalto. Una a una se desgranan revestidas de pavimento. Entre luces de semáforos, entre la poderosa manta humana de los millones de desconocidos que nos arropamos unos a otros en un interminable mural de silencios incógnitos, de distancias, de vidas paralelas, de calles infinitas, de pasiones innombrables, de preocupaciones incesantes.

Miro los ríos de corazones delante de mí. Porque aquí también hay ríos y mares.

Placas 768 UET.  Azul metálico. Rostro agotado. Camisa blanca. Esfuerzo entre los puños, trabajo y responsabilidad al volante. Noche de marzo.

Placas 598 YLX. Pelo suelto. Labios contraídos. Mirada de luna llena. Pestañas espesas. Rímel a prueba de agua. Autosuficiencia todo terreno.

Hoy he decidido denunciar la injusta preferencia de los cantos bucólicos a la belleza verde, la belleza natural, la belleza campestre. Desde luego innegable, necesaria, pero también obvia. Me asumo militante de la belleza urbana, sí señores.

Entonces me detengo y miro. Aquí la belleza se insinúa como algo espantoso, como el terrible misterio. La belleza a lo Dostoievski, la belleza del alma humana. Inesperada, escondida, doliente.

856 XFY. Rojo tinto. Yo al volante. Yo sobre el puente. Yo con la certeza de mi pequeño milagro, de mi pequeño privilegio: soy parte del puente. Yo regresando a casa. Yo soy mi casa rodante. Mis ideas rodantes. Mis miedos rodantes. Mi neurosis rodante. Mi amor fijo. Mi pasión de fondo. Mis deseos de ciudad. Mi origen y mi ancla.

Aquí también se acerca la primavera. Lo saben bien las plantas de los pies que se calientan, la humedad en el ombligo, el sudor bajo los brazos, los vapores como promesa de amor a corto plazo.

Lo saben las jacarandas. Decir jacarandas y detenerse de nuevo, quedarse sin aire, quedarse en silencio, mirar hacia el cielo, conmoverse ante su coraje.

Ellas y sus flores están ahí a pesar de todo. Desplegando su belleza suntuosa, enorme, quemante. Sus flores elásticas, blandas, generosas, sus flores pellizcos de hermosura, punzadas en el alma. Flores machacadas bajo los corazones y el calzado de asfalto. Flores despedazadas, flores lúbricas que no lloran, duermen.

Aquí también se acercan las danzas de apareamientos. Lo saben las ganas. Lo sabremos todos cuando abracemos a otro cuerpo. Cuando abrasemos en la cama.

731 FMU. Sedán automático. Indicaciones al teléfono. Audífonos umbilicales. Biberón en la mano izquierda. Leche congelada de madre en lactancia. Rostro epítome del cansancio. Grieta imposible de ternura.

          Duerme, duerme, negrito. Que tu mama está en el tráfico.

Lo contemplo. Lo escucho. Gracias al legendario tráfico que me tiene aquí paralizada, congelada junto a ella. Ella que es un lago. Ella que me recuerda a mi propia madre en sus batallas inauditas. Ellas, las que no conocen rendición a pesar del transcansancio.

Y celebro mi pequeño privilegio, mi pequeño milagro.

Bendito tráfico. Bendita belleza de lo humano.

Cada noche me pregunto si podremos empezar otra vez. La respuesta llega con la mañana. Los motores. El café. La gente. Los pasos. La vida. Los saltos. El claxon. La mañana. Los motores. La hiriente belleza del asfalto.

Y el que tenga ojos que mire: las jacarandas ya están aquí.

Y el que tenga piel que sienta: la humedad ya está aquí.

Aquí, donde la vida siempre nace, donde el sol siempre amanece.

@AlmaDeliaMC

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